La Cuaresma es una temporada de Crecimiento Espiritual, un tiempo de
desenvolvimiento progresivo. Cuando podemos asociar y sumergir nuestra mente en
la Mente de Dios, el camino está abierto para
el Señor glorificarnos
y levantarnos, a un estado más alto, puro y espiritual.
“En donde dos o tres se juntan en oración en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos”. Cristo está entre
nosotros como el Dios de
nuestro planeta. Deja todas tus
cargas en el Señor y entra en la temporada de Cuaresma esperando
resultados definidos.
Ayunar significa abstenerse de algo; es abstinencia. El lugar de vencer
está en la conciencia del hombre. El ayuno de cuarenta días es una completa
negación de las demandas de los sentidos. Al ayunar, nosotros como metafísicos,
nos abstenemos del pensar erróneo y meditamos en la Verdad Espiritual, hasta que la incorporamos
en la conciencia de Unidad con el Padre.
El deseo de sobresalir está en todos los hombres. Es la inspiración del Espíritu Santo que
nos urge siempre adelante a través de la tierra hacia el cielo. Debe
estimularse y cultivarse en la dirección correcta.
Cuando nos adherimos firmemente, día tras día, a nuestra firme resolución
de seguir los pasos para la temporada de Cuaresma, descubrimos que estamos
construyendo sobre un firme fundamento y elevándonos a una consciencia más
alta. Llegamos a saber que Cristo está en verdad con nosotros y está
resucitando en nosotros sus realizaciones de Luz, Vida y Sustancia.
DÍA 1 - MIÉRCOLES DE
CENIZA: “LA NEGACIÓN”
Las cenizas, que simbolizan arrepentimiento, son
un símbolo adecuado hacia el primer paso necesario para guardar la Cuaresma,
que es la negación de creencias mortales en el mal y el error. La negación debe
ser siempre el primer paso en la realización de la perfección, pero no debe ser
un acto separado. No es necesario ni aconsejable que sostengamos un pensamiento
de error en la conciencia aún el tiempo suficiente para negarlo. La aceptación
del bien -reconocimiento de una tendencia general a las
creencias erróneas y la resolución de corregir esas creencias- constituye la forma apropiada para la negación.
Cuando verdaderamente manifestamos nuestra fe en el bien, estamos automática y
efectivamente negando que nada contrario al bien puede tener ningún efecto en
nosotros y en nuestros seres amados.
Así niego, echando fuera de mi conciencia viejos
pensamientos erróneos, como si estuviera barriendo suavemente telarañas, y
afirmo positivamente, sin temor, que “Soy un hijo de Dios y mi herencia viene de él”.
Estoy dejando ir viejas creencias materiales y
lo Divino dentro de mí está resplandeciendo más y más alto. Su pura y blanca luz
está bañando todos mis alrededores con un deleitable espíritu de sabiduría,
dignidad y paz. Comprendo más y más la ley del recto pensar que está trayéndome
a la conciencia de perfecto dominio.
Si pequeñas disensiones, riñas, celos,
pensamientos sin caridad, llegan a mi vida, los venzo con una tranquila,
positiva negación hecha con el convencimiento de que ningún error tiene poder o
realidad en sí mismo. Me alejo de la creencia en la negación y mi pensar
cambia. Libro mi conciencia de pensamientos limitados que han impedido y
oscurecido mi comprensión. Rompo el pensamiento mortal y asciendo a un plano
espiritual, el reino de los cielos.
En el espíritu del Amor Divino afirmo: “Olvidando las cosas pasadas, realizo que
soy fuerte, positivo, poderoso, sabio, valeroso, libre espíritu. YO SOY el hijo
perfecto de Dios”.
DÍA 2 - JUEVES: “LA
AFIRMACIÓN”
Las afirmaciones son los más poderosos y
efectivos instrumentos accesibles en nosotros para lograr la conciencia de
perfección de Cristo. La prueba más convincente del poder de la
afirmación, está en el hecho de que Jesús hizo uso constante de aquel
poder para alcanzar y permanecer en su alto estado del ser. Charles
Fillmore enseña que la palabra hablada tiene un definitivo efecto físico
en las células del cuerpo. Por esta razón el dominio del pensamiento es
imperativo, de manera que palabras irreflexivas, descuidadas, menos que constructivas,
no salgan de nosotros. Cuando aprendemos a dominar nuestro pensamiento y así
nuestras palabras, encontramos que las afirmaciones de poder vienen con
naturalidad a la mente y la Verdad se establece firmemente en nuestra
conciencia.
“Yo declaro que como hijo
de Dios, estoy ahora consciente de la perfección de Cristo.”
Constantemente afirmo: “El Padre y yo somos
uno; Toda autoridad se me ha dado en el cielo y en la tierra; Soy coheredero
con Jesucristo del bien infinito del reino y con el constante uso de mi palabra
hablada, reclamo mi bien celestial”.
La fe es un resultado de mis afirmaciones. Cada afirmación ayuda a construir un
sustancial, firme, permanente estado de conciencia, porque establece
la Verdad en ella.
Cuando día tras día repito y valerosamente vivo
afirmaciones de Verdad, llego a saber que soy un canal abierto de
inteligente comunicación con las Fuerzas Silenciosas en lo profundo del ser,
pensamientos y palabras fluyen en ellas, y comprendo que una fuente de poder
enteramente nueva se está desenvolviendo dentro de mí.
Afirmo: “Por medio de Jesucristo comprendo mi divina
filiación y soy transformado en su imagen y semejanza”.
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