Puesto que la luz es la materia misma de la creación, con la meditación, la concentración, podemos extraer algunas partículas de todo lo que existe a nuestro alrededor para asimilarlo a nuestra propia sustancia. Evidentemente, esta luz la encontramos ante todo en el sol, pero también en el aire y en todos los alimentos que nos sirven cada día de sustento. Una vez poseemos algo de esta luz, tenemos todas las posibilidades de aumentarla. ¿Cómo? Haciéndola fusionar con la luz divina. Es a esta fusión a la que más aspira, pero hay una condición: que el camino que conduce hasta la luz divina se halle libre de cualquier impureza. Las impurezas son las que impiden la fusión. Al purificarnos, hacemos desaparecer los obstáculos que separan nuestra luz de la luz de Dios, hasta que un día sólo forme con ella una sola luz. Ya nada podrá entonces separarlas.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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