Ante
todo, hay que comprender lo que entendemos por comunicación. Si dos de
nosotros, usted y yo, nos queremos comunicar el uno con el otro, no sólo ha de
existir una comprensión verbal de lo que se está diciendo en el nivel intelectual, sino también, un escuchar y un
aprender.
En segundo lugar, es evidente
que cada uno de nosotros tiene un pasado de conocimientos, prejuicios y experiencias, así como los
sufrimientos e innumerables y complejos problemas que surgen en las relaciones
humanas. Bien mirado, cada uno de nosotros es el resultado de nuestra compleja
vida cultural, con la educación y las experiencias, no sólo de unos pocos años,
sino de siglos.
Si tratamos de escuchar, vemos
que es extraordinariamente difícil porque siempre estamos proyectando nuestras
opiniones e ideas, nuestros prejuicios, conocimientos, inclinaciones, impulsos;
cuando estos nos dominan, apenas escuchamos lo que se está diciendo. En ese
estado no hay valor alguno.
Se escucha y, por lo tanto, se
aprende, solo en un estado de atención, en un estado de silencio en el cual
está como en suspenso, en calma, todo ese pasado; entonces, me parece, podemos
comunicarnos.
También hay otras cosas
implicadas. Si escucha usted con la experiencia o imagen que haya creado del
que le habla, y escucha como si este tuviera cierta autoridad, que puede o no
tener, entonces es evidente que no estará escuchando. Lo que escucha es la
proyección que usted mismo ha hecho y eso le impide escuchar.
Es evidente que la
comunicación real o comunión sólo puede efectuarse cuando hay silencio; cuando
uno escucha sin ninguna intención, sin ninguna barrera, dejando a un lado todas
las opiniones, conclusiones, experiencias, etc. Se produce así la acción
inmediata.
Vamos así a entender que en
este proceso de aprender hay acción. No se trata de aprender primero y actuar
después, sino más bien que el acto mismo de
aprender es el acto de hacer.
Krishnamurti,
9 de Julio de 1967
Extractos
del libro: “Temor, Placer y Amor”
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