Tener una familia,
amigos, una profesión, diversiones, esto no basta para ser felices. La prueba:
¡cuánta gente que incluso puede ser considerada como privilegiada no es feliz!
¿Por qué? Porque no saben responder a las necesidades de su alma.
El alma necesita
vivir en la inmensidad, en el espacio infinito, en lo ilimitado. Pero el hombre
constantemente comprime su alma, la obstaculiza, la ahoga; quiere que se
conforme con nimiedades: algunos éxitos materiales, algunos placeres, algunas
palabras vacías… Entonces, el alma sufre y se queja al hombre: «Quiero ser
libre, y tú, con tus ocupaciones y tus preocupaciones ordinarias y mezquinas,
me tienes atada. Yo soy hija de Dios, el espacio es mi elemento, necesito
dilatarme en toda la extensión celestial.»
Haced pues el
experimento, por lo menos durante algunos minutos, y dejad que vuestra alma
emprenda el vuelo y se dilate en el espacio… Dejad que se evada hasta que se
fusione con todo el universo… Y entonces allí sabréis lo que es la felicidad.
Por
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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