Los humanos, mientras son jóvenes y
gozan de buena salud, no piensan nunca en este principio de descomposición que
trabaja en ellos y que un día acabará triunfando. Tienden a creer que el mundo
les pertenece y que el futuro nunca dejará de sonreírles.
¡Qué decepción cuando sienten que, en el
plano físico, todo comienza a escapárseles! En esta lucha sin cuartel que se ha
entablado entre el principio de vida y el principio de muerte, algunos quieren
retener la vida a toda costa, y esto puede llevarles a cometer los actos más
insensatos: malgastan en la batalla todos los recursos que deberían utilizar
para su trabajo espiritual, y lo pierden todo. No hemos venido a la tierra para
permanecer en ella eternamente jóvenes y en buena salud, sino para hacer unas
prácticas, un aprendizaje.
El sabio es aquél que conoce la curva
del camino y se esfuerza en utilizarlo todo. En el mundo espiritual, la
ascensión es ininterrumpida. Aquí abajo, por mucho que nos esforcemos, veremos
cómo progresivamente nuestra frente y nuestras mejillas se arrugan, nuestros
cabellos se vuelven canosos, los dientes se caen, etc. Pero debemos comprender
que el aspecto exterior no tiene ninguna importancia si detrás de los cabellos
blancos y las arrugas se manifiesta el resplandor de la vida espiritual.
Por Omraam Mikhaël
Aïvanhov
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